noviembre 09, 2009

El Estado contra el hombre común

Si algunos hombres intentan sobrevivir por medio de la fuerza bruta o el fraude, saqueando, robando, estafando o esclavizando α los que producen, sigue siendo cierto que su supervivencia solo es posible por el esfuerzo que han realizado sus víctimas, únicamente por aquellos hombres que han elegido pensar y producir los bienes que ellos, los saqueadores les confiscan. Son parásitos incapaces de sobrevivir, que existen destruyendo α quienes si son capaces, α quienes siguen el curso de acción que es correcto para el hombre”.

Ayn Rand.

No quisiera mezclar los temas de la violencia local, del delincuente común, con la indolencia de nuestros legisladores, delincuentes extraordinarios.

No lo quisiera porque hay mucho que decir sobre ambos temas, pero desafortunadamente son manifestaciones del mismo problema, solo de niveles diferentes.

Por un lado la violencia local, asesinatos, extorsiones, secuestros en contra de pequeños, medianos y grandes empresarios que hacen que cada día cierren más negocios ante la imposibilidad de operar α riesgo de perder la vida.

Por el otro, los que deberían ser nuestros representantes ante el gobierno, los que podrían hacer leyes y tomar medidas que nos protegieran, están más ocupados en asegurarse un futuro personal α costa del pueblo que los eligió.

Las palabras de Rand se aplican indistintamente para ambos casos, así que dejemos que ella siga hablando:

“Los que intentan sobrevivir no mediante la razón sino por el uso de la fuerza están utilizando el método propio de los animales. Pero así como los animales no pueden sobrevivir usando el método de las plantas, es decir, rechazando toda locomoción y aguardando que el suelo los alimente, el hombre no puede sobrevivir con el método de los animales: rechazando la razón y contando con los hombres productivos para que hagan las veces de presa. Tales saqueadores obtendrán sus metas por poco tiempo y al precio de la destrucción: la de sus víctimas y la de ellos mismos”.

¿Que pasaría si nos rebeláramos, si los que producimos dejamos de hacerlo y simplemente renunciamos, no mas negocios, no más impuestos, no más empleos, simplemente cerramos y nos marchamos?

Esto ya no es una especulación, se está convirtiendo en una realidad en Cd. Juárez, la gente que puede hacerlo se está llevando su negocio y sus empleos α Estados Unidos, donde es claro que no tienen el éxito asegurado, pero al menos su integridad física si cuenta con las garantías mínimas.

Hoy más que nunca se hace necesaria lα lectura de “La rebelión de Atlas” de la filosofa objetivista Ayn Rand.

El argumento central de este gran manifiesto es precisamente la renuncia o rebelión de los hombres productivos ante la negativa del gobierno de proteger y reconocer su aportación α una nación prospera.

Las circunstancias y las diferencias en que se da la novela son muchas, pero las similitudes y coincidencias cada vez son más semejantes α nuestra realidad tanto local como nacional.

La rebelión de Atlas” nos habla de cómo el gobierno en turno empieza α implementar programas e iniciativas de corte socialista bajo la consigna de cada cual según su capacidad; a cada cual según sus necesidades

El significado en términos reales es que se pretende considerar el trabajo productivo (como patentes, inventos, desarrollo tecnológico en general) como aportación voluntaria al bien común, es decir α las necesidades “del pueblo”, así en abstracto.

Naturalmente, es el gobierno quien decide cuales son las necesidades específicas de la gente y cuales las industrias de importancia estratégica para la nación.

¿Alguna semejanza hasta ahora con nuestra realidad?

Valiéndose de la propaganda de los medios oficiales, se empieza α propagar la idea de los valores que se prefieren y los que se consideran prohibidos o políticamente incorrectos.

Así el altruismo, la generosidad, el bien común, la solidaridad, los derechos, las necesidades, el nosotros, van tomando el lugar de productividad, eficiencia, individualidad, interés, trabajo, responsabilidad, orgullo, yo.

Con la debacle de la industria la violencia es inevitable, al faltar el imperio de la ley, predomina la razón del más fuerte.

Hasta que sucede lo impensable, el primer gran industrial se rebela y simplemente desaparece dejando su empresa en manos del gobierno y sus empleados.

Al principio esto se anuncia como el inicio de la culminación del nuevo orden mundial, el del triunfo del colectivismo por sobre la individualidad.

Pero cuando nuevos empresarios empiezan α desertar y uno α uno van desapareciendo el fabricante de motores, el fabricante de herramientas, el de cobre, el de acero, el maderero, el minero, los grandes comerciantes y los transportistas.

Entonces se hace evidente que las cosas no funcionan solo con buena voluntad y consignas grandilocuentes.

Para cuando el gobierno y los gobernados se dan cuenta de su error, ya es demasiado tarde, la civilización ha entrado α una nueva edad media, esta vez la edad de la anarquía y la mediocridad.

¿Aun no les parece familiar una situación así?

Quizás α nivel nacional esto no es aun tan evidente, pero para los que vivimos en una de las antaño más dinámicas fronteras de México como lo fue Cd. Juárez, poco α poco estamos viendo como la situación inventada por Rand se vuelve realidad sin que podamos hacer nada por evitarlo.

Presidente municipales y gobernadores van y vienen prometiendo cambios radicales y estos solo suceden para sus propias familias y amigos.

La ciudad es fragmentada y expropiada bajo el pretexto del bien común, que solo es común para sus propios intereses (Camino Real).

Diputados y senadores son elegidos bajo la premisa de que ahora si las cosas van α cambiar, de que ahora si no harán nada contrario α los intereses de sus electores, de que ahora si ya podemos “botar las rejas” (Ramón Galindo dixit).

Pero en cuanto llegan al congreso federal se olvidan en que parte del mapa queda su distrito.

Antes teníamos un dicho muy común: “No importa que no nos ayuden, mientras no nos perjudiquen”.

Ese era nuestro lema de consolación, hasta que los borregos empezaron α escasear y entonces si voltearon α vernos con ojos de codicia.

“Si con ellos nunca hemos batallado para cobrarles impuestos, ¿por qué no cobrarles más?”

Y fuera de falsas modestias, también con esta nueva carga podríamos, siempre y cuando nos dejaran producir, podemos crear riquezas tanto para nosotros como para una bola de parásitos.

¡Siempre y cuando nos dejen trabajar!

Pero el daño ya está hecho.

En un país tan grande, (territorialmente hablando) como el nuestro, no se pueden dejar huecos en la dinámica social y pretender que así permanezcan.

En el caso de México en general y en el de Chihuahua en particular, el hueco es el imperio de la ley.

Y este fue poco α poco llenado por la impunidad y la corrupción.

Violencia, extorsiones, secuestros, asesinatos, no son todos atribuibles α la guerra contra el narcotráfico, con los vicios privados hemos convivido siempre sin ningún problema mayor.

El surgimiento último de la violencia se debe α que nos dimos cuenta demasiado tarde que no teníamos forma de exigir quien aplicara las leyes porque los delincuentes eran los encargados de aplicarlas.

Y ahora los que producimos, los que trabajamos, los que creamos empleos, los que pagamos más impuestos, los que mantenemos α sindicatos corruptos y α instituciones inútiles como el IMSS, nos vemos en la necesidad de trabajar α escondidas, sin anuncios, sin vehículos lujosos, sin opciones de esparcimiento.

No tenemos ni siquiera el refugio tranquilizador de las rutinas o el libre tránsito por nuestras calles.

Ya no se diga el pasear en los parques públicos con nuestros hijos.

En mi oficina ya no contestamos el teléfono con un “α sus ordenes”, tan solo decimos un frio y seco “bueno”; y no damos nombres ni datos, α menos que quien llama sea conocido o se identifique primero.

La consigna de que “el cliente siempre tiene la razón” ha sido sustituida por “mas vale prevenir que lamentar”.

Ya no usamos tarjetas de presentación, ya no nos quedamos tarde, ya no hay “viernes social”, ya no portamos con orgullo la camiseta con el logo del trabajo que nos da de comer, es más, ya ni gafete usamos.

Α eso hemos llegado.

Los que pueden emigrar al Paso (Texas USA) lo hacen, los que pueden pagarse seguridad personal lo hacen, los que pueden comprar un arma la compran, aun α riesgo de ser detenidos como “peligrosos delincuentes”.

Nuestros valores han cambiado, los principios solo te sirven si estás vivo.

Α tu familia no le sirve de nada un cadáver con integridad.

El máximo valor, el que le da razón de ser α todos los demás es la vida.

Por eso la razón principal del gobierno α existir como tal es la protección de la integridad física de sus ciudadanos.

Pero si no me pueden proteger ni α mí ni α mi familia, ni α mis empleados, que no me hablen de solidaridad y sacrificios.

Que no me vengan con que la solución somos todos, que no me salgan con que otra vez tenemos que apretarnos el cinturón.

Que no me vengan con que primero los pobres, porque si el barco se hunde nos hundimos todos, ya no hay lanchas disponibles.

En un escenario semejante no se salvarían ni las ratas porque como dice Rand “Obtendrán sus metas por poco tiempo, pero al precio de la destrucción, la de sus víctimas y la de ellos”.

Que triste ironía, desde hace unos 10 años existe una iniciativa genuinamente social, liderada por empresarios, catedráticos, periodistas y líderes sociales que buscan convertir a Cd. Juárez en una metrópoli del primer mundo y que se llama “Plan Estratégico de Cd. Juárez”.

Como van las cosas este proyecto será llevado α buen término y por las mismas personas…pero en otro país*.

Juan Carlos Bujanda Benitez

Noviembre 8, 2009

*Dice un congresista del gobierno del Paso, Tx. (Beto O’Rourke) que esta es la más grande migración de personas acaudaladas de México al Paso, Tx. desde la revolución mexicana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Chihuahua. tierra de ENCUENTRO...encuentro un muerto aqui, un decapitado alla, un descuartizado mas alla.
uta gente, de todo sacamos chistes.!

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