marzo 12, 2008

Las FARC y los mexicanos.

Imaginen la siguiente escena:

En medio de una batalla entre las fuerzas rebeldes de Irak contra el ejercito de los Estados Unidos, aparece un grupo de periodistas mexicanos, quienes valientemente arriesgan su vida para conseguir información de primera mano, y para mayor merito lo hacen desde la trinchera Iraki.

De pronto se oye el estallido de una granada de fragmentación y los reporteros vuelan en pedazos por los aires, junto con toda la trinchera de combatientes rebeldes.

Ahora imagínense al gobierno de México tratando de acusar al ejército de los Estados Unidos de genocidio por el asesinato de unos indefensos reporteros mexicanos.

La primera escena seria trágica, la segunda ridícula y algo cómica.

Guardando las distancias, esto mismo es lo que pretenden los padres de los estudiantes muertos en el ataque del ejército colombiano al campamento de las FARC
(Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) en territorio de Ecuador.

Es difícil ponerse en el lugar de dichos padres, creo que por más racional que uno sea, simplemente es la única
reacción posible desde el punto de vista emocional, es decir el tratar de justificar la presencia de los muchachos en esa región tan alejada de las aulas.

La actitud de los padres de Lucia Morett Álvarez y de Juan González del Castillo es entendible y en cierta forma justificable, especialmente de este último ya que la primera solo resulto herida.

Pero desde el punto de vista oficial no hay nada que hacer, si acaso investigar la participación de mexicanos en la guerrilla colombiana para evitar que traten de emular sus prácticas en territorio mexicano o que reciban apoyo desde estas tierras.

No hay que perder de vista que aunque las FARC se dicen revolucionarios y luchadores por el pueblo, en la práctica no son más que terroristas y narcotraficantes.

El gobierno de Colombia ha dejado muy claro que está en guerra contra estos delincuentes y así lo debe de asumir quien se quiera involucrar.

Otorgándole el beneficio de la duda (cosa cada vez más
difícil) al grupo de mexicanos heridos y muertos, y pensando que su presencia en el campamento fuera solamente por motivos académicos, aun así se trataría solamente de lamentables bajas de guerra, daños colaterales o simplemente gajes del oficio, pero de ninguna manera crimen de estado y mucho menos genocidio.

Si por otra parte estos muchachos colaboraban activamente con las FARC, como parece ser el caso, el gobierno de México no solamente debe tomar cartas en el asunto, sino que debe de inmediato iniciar una investigación para castigar cualquier clase de intervención de ciudadanos mexicanos en actos terroristas, tanto en territorio colombiano, ecuatoriano y principalmente mexicano.

Hay que llamar las cosas por su nombre, el grupo guerrillero de las FARC podrá llamarse a sí mismo revolucionario y decir que luchan por el pueblo, pero sus métodos consistentes en asesinatos de civiles, secuestro con fines políticos, atentados con bombas y cilindros de gas, narcotráfico como forma de financiamiento, reclutamiento forzoso de jóvenes y niños para su ejército, violación, tortura y asesinato de campesinos que se niegan a apoyarlos, desplazamiento forzado de comunidades rurales completas, lo hacen simplemente un grupo de terroristas y narcotraficantes.

Y cualquiera que colabore con ellos, ya sea activa o ideológicamente se le debe considerar cómplice y tratar como delincuente.

Repito, es entendible la postura de los padres de estos estudiantes, pero no así la de los comunicadores profesionales que piden que el gobierno de México condene a su similar de Colombia.

Y mucho menos es justificable la postura de políticos demagogos como el Senador Alberto Anaya, del Partido del Trabajo, quien pretende invitar a los líderes de las FARC y del ELN (Ejército de Liberación Nacional) a un foro llamado "Los partidos y una nueva sociedad", por supuesto con gastos pagados con nuestros impuestos.

Y ni que decir del espacio que le dan en la UNAM, específicamente en la Facultad de Filosofía y Letras, a un grupo de apoyo a las FARC, claro esto también financiado con nuestros impuestos. Y al que eufemísticamente se refieren como "manifestación de libertad de expresión".

El gobierno de México debe intervenir si, pero debe hacerlo no para apoyar a los estudiantes involucrados, sino para castigarlos en caso de que se compruebe que participan activamente en un grupo responsable de cientos de secuestros y miles de asesinatos.

Y lo siento sinceramente por sus padres, la verdad no sé cómo reaccionaría yo si alguno de mis hijos llega a participar en uno de estos grupos, aunque ya en otra entrada mencione que los apoyaría hagan lo que hagan.

Y lo más triste es que aunque el padre de Lucia se desvive por negar la participación de su hija en grupos guerrilleros, casi estoy seguro que en cuanto esta se recupere, ella misma de encargara de desmentir a su padre.

Si eran académicos o simples jóvenes en busca de aventuras, no dejan de ser imprudentes y por lo mismo pagaron muy caro su viaje, pero si eran cómplices ideológicos o activos de las FARC, entonces sabían a lo que se atenían y escogieron el bando equivocado.

En cualquiera de los dos casos, los culpables son solo ellos.

Como dice el refrán popular: "En el pecado llevaran la penitencia".

Juan Carlos Bujanda Benítez.

Marzo 12, 2008.

PD.

No se pierda las agudas observaciones que del tema hace Ricardo Medina Macías en: "Las FARC, sus amigos y Orwell"

Creative Commons License

Creative Commons License
Creative Commons License  Bitacoras.com Círculo Escéptico Red de blogs Ateos