“El observará nuestros pasos, preguntará de donde venimos, pondrá sus guardias a nuestro alrededor en nombre de la libertad. Espiará y murmurará, y la noche traerá vigilantes bajo nuestra ventana para que no nos burlemos del rey.”
Estas palabras de Rudyard Kipling de finales del siglo XIX parece que están hechas a la medida para estos tiempos de ataque a la más importante de las libertades, la libertad de expresión, porque de esta dependen todas las demás y con la limitación de esta se abre la puerta para, si no la eliminación, al menos la disminución de las demás.
Al ser este un fenómeno de alcance mundial, México no podía ser la excepción, y al ser el régimen actual enemigo de las políticas liberales y siendo la libertad un símbolo liberal por definición y casi enemigo de la igualdad (según ellos), empezamos ya a ver intentos de coartar una de nuestras grandes conquistas: la libertad de expresión.
El intento mas reciente, la llamada Ley Armenta o ley censura, promovida por el gobernador de Puebla Alejandro Armenta que busca castigar hasta con tres años de cárcel a quienes, por medio de redes sociales, tecnologías de la información y comunicación o cualquier otro medio digital o escrito, insulte, injurie, ofenda, agravie o veje a otra persona con la insistencia necesaria para causarle daño o menoscabo en su integridad física o emocional.
Vamos, al que insulte al rey de turno pues.
Pero Armenta no es pionero de esta ley ni de nada, solo es continuación de una tendencia que empezó con otras prohibiciones como interpretar narco corridos que hagan apología de la violencia, como si por lógica interpretar baladas que hablen de valores civiles hiciera mejores a las personas.
Ya antes se ha hablado mucho de prohibir los insultos a los gobernantes por faltarle así al respeto a la investidura.
Otra vez una falla de lógica, como si la figura presidencial o de cualquier autoridad mereciera más respeto que un simple ciudadano que es quien le da legitimidad al gobernante y quien en realidad merece respeto, no quien lo representa.
La palabra es intolerancia; por eso los comediantes son los seres mas odiados de los políticos, pregúntenle a Ricky Gervais si no.
O a Will Smith que hizo su carrera burlándose de estereotipos de los demás y a la primera burla a su esposa dijo hágase la ley en los bueyes de mi compadre, o en este caso en la mejilla de Chris Rock.
Lo mismo se puede decir de las prohibiciones de manifestaciones de apoyo a Palestina o Israel, dependiendo de cual sea tu preferencia, ninguna de estas debería ser castigada, en cambio si sus métodos, si estas manifestaciones o cualquier otra atentan contra los bienes públicos o de terceros que también tienen derechos, pero para los que ya existen leyes y no hacen falta inventar más.
La libertad de expresión solo debe de tener la limitante de no atentar contra las libertades de los demás, pero estas libertades no incluyen el sentirse ofendidos, eso son payasadas.
A mi me puede ofender tu peinado o tu gusto musical, pero eso no me debería dar derecho a pedir que se cancele tu derecho a peinarte como payaso o a escuchar ruidos monosilábicos que los que llamas música (o rap), aunque estos se lleven a cabo en actos masivos llamados conciertos.
La libertad de expresión se debe combatir con mas libertad de expresión, si tu opinión o argumento no me gusta, debo oponer a este un argumento contrario.
Si tu discurso, arenga, propaganda o publicidad no me gusta, pues no la escucho y listo.
Este debe ser una prerrogativa personal, nunca iniciativa de gobierno, porque estas suelen estar disfrazadas de preferencias personales del gobernante en turno y generalmente se convierten en una pendiente resbaladiza para limitar otras libertades o derechos como el libre transito, la propiedad privada, la libertad de manifestación, la libertad de asociación, la libertad de culto, la libertad de pensamiento y conciencia.
Pero incluso estas libertades no son absolutas, tienen limitaciones cuando entran en conflicto con las libertades de los demás o con el orden publico.
Como decía George Orwell: “Libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír”.
Juan Carlos Bujanda Benítez
Junio 2025
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