Siempre que me preparo
para una Carrera como la de ayer (10 km), conforme se acerca la fecha empiezo a
fantasear.
Hago un paréntesis
para aclarar a que me refiero con “preparo”, no desde luego a un programa
elaborado de actividades físico-atlético-psicológico; sino más bien a subirme a
la corredora de banda y aguantar lo más que pueda, así de fregón es mi
entrenamiento.
Mi fantasía consiste
en imaginarme que el día de la carrera, por alguna suerte de alineación cósmica
voy a amanecer más fuerte y veloz que Usain Bolt, y que además, a los 300-400
corredores que van delante de mí, les dará una especie de diarrea causada por
Gatorade en mal estado.
Y digo una especie y
no una diarrea en forma, porque tampoco se trata de ir por ahí patinando en la
calle.
Me veo avanzando
imparable, con estilo perfecto y respiración acompasada, pasando a toda
velocidad a los sorprendidos punteros.
Es como en el cuento
de Gibran Jalil Gibran “La zorra”.
“Una zorra miro su sombra al amanecer y se dijo:
-
Hoy
me comeré un camello.
Y se pasó toda la mañana buscando
camellos. Pero al mediodía volvió a mirar su sombra y se dijo:
-
Bueno,
creo que me conformare con un ratón.”
A mí me pasa lo mismo
que a la zorra, pero en vez de llegar al mediodía, a mí me sucede en los
primeros kilómetros de la carrera.
Para darles una idea
del recorrido a los que conocen la ciudad, la carrera inicio en la Plaza de la
Mexicanidad (Mexinaquidad), saliendo de poniente a oriente por la Pérez Serna
hasta llegar a San Lorenzo, de ahí a la derecha para tomar la Paseo Triunfo de
la Republica, y de ahí, hasta la lejanísima Avenida de las Américas, para subir
al norte, hasta la Hermanos Escobar, y de ahí seguir por la Lincoln, subir al
puente libre, bajar el puente y llegar a la espantosa X de Sebastián.
Mi mediodía llego a
la altura de San Lorenzo.
-
San
Lorencito, se que no eres santo de mi devoción, pero que por favor ya vayamos
en el km 8.
Pues no, apenas
íbamos en el 2, ahí es donde decidí que por esta vez no pondría en evidencia a
los kenianos y me conformaría con terminar la carrera.
A partir del km 5, mi
cuerpo siempre se desdobla metafísicamente hablando, y las piernas empiezan a
hablar con el cerebro, supongo que por efecto de las endorfinas segregadas
durante este acto de masoquismo voluntario.
Piernas:
-
Creo
que descansare unos metros, total, no sería el único que va caminando en la
carrera.
Cerebro:
-
No, no
te puedes detener, apenas vamos a la mitad, además el que va caminando es
practicante de caminata, y aparte va delante de ti.
Piernas:
-
Creo
que no podre dar un paso más, estoy empezando a sentir calambres y creo que me
van a tronar los tobillos si sigo adelante.
Cerebro:
-
Tonterías,
siempre sientes lo mismo y nunca pasa nada, son los músculos nuevos que están
creciendo, así es como se esculpe el cuerpo de un corredor.
Entre el km 5 y el 6,
todo desaparece por un momento, nadie habla ni se queja, hemos pasado de la mitad
y ya no hay marcha atrás.
Después del km 7 el
cerebro entra en modalidad Miguel Ángel Cornejo (QEPD).
Cerebro:
-
Vamos,
vamos tu puedes, ya falta poco, si podemos.
Piernas:
-
¿Podemos?,
si cabrón, como se ve que tú vas arriba y nosotros abajo.
Cerebro:
-
Yo
también me canso, tengo que ir atento al recorrido, si me descuido seguro se
van por otro lado o toman atajos, el cerebro de Madrazo lo hizo en Berlín y ya
ven como le fue.
-
Vamos,
vamos, tú puedes, démosle alcance a los kenianos, que se note tu sangre Rarámuri.
Piernas:
-
No
seas mamón, los kenianos hace media hora que llegaron a la meta.
Cerebro:
- Ok
olvida a los kenianos, enfócate en rebasar al que va delante de ti en este
momento.
Piernas
-
Va
en silla de ruedas.
Cerebro:
-
Y
dale con esa actitud negativa, por eso ustedes están abajo y yo arriba, loosers.
Cerebro:
-
Tú
no les hagas caso, mira tengo una idea, corre junto a esa jovencita Tarahumara,
al menos así tendrás oportunidad de salir en la foto y te verás solidario con
la raza indígena.
Piernas:
-
Suena
bien el plan, si no fuera porque la joven va como alma que lleva el diablo,
creo que no le interesa estrechar vínculos interculturales, ella se lo pierde.
-
Ahora
si viene la nuestra, viene la subida del puente, ahí podremos pasar a unos
cuantos, con nuestra capacidad para mantener el mismo paso incluso en subidas…háganse
a un lado tortugas y caracoles.
-
Se
acabó la nuestra, ahora viene la bajada y nuestra incapacidad para acelerar en
pendientes…hola de nuevo tortugas y caracoles.
Cerebro:
-
Vamos,
vamos, ya falta poco, ya puedo ver la hermosa X, guarda energía para el cierre.
Piernas:
-
Eso
me hubieras dicho antes, la energía la gaste en el arranque y en discutir
contigo.
Cerebro:
-
Bueno,
olvídate del cierre, tan solo pon un pie delante del otro, piensa en cerveza,
cerveza, cerveza.
Y así, por fin mi
motivador cerebro y mis quejumbrosas pero resistentes piernas llegamos la meta
una vez más.
Lo volvimos a hacer,
no nos comimos un camello, tampoco un ratón por cierto, pero la promesa de la
cerveza siempre funciona, es un hecho frio, obscuro, palpable y paladeable, la razón
de todas mis carreras, mi camello del amanecer.
Los kenianos pueden
dormir tranquilos por esta vez, ya habrá otra oportunidad para humillarlos; al
menos en mis fantasías.
Septiembre 6, 2015
Carrera Internacional
de la amistad 2015.
PD.
Quede en el lugar 476
con un tiempo de 58:10